Desde que asistía a la universidad tenía mucha curiosidad por dar clases ¡y vaya que la vida me escuchó! Ya que se me otorgó la posibilidad de impartir el taller de diseño 2 en CESGRO, en el cual ahondaba conceptos básicos de teoría del color. Admito que la decisión de dar clases la tome a la ligera ya que nunca imaginé aprender tanto acerca del diseño en esta practica. ¡sorpresas que da la vida!
Así fue como me vi involucrado una vez a la semana con un grupo de 15 jóvenes diseñadores ávidos de conocimiento. Todos los viernes abordaba temprano el camión Cuernavaca-Chilpancingo para llegar a dar el taller de 6 horas seguidas.
Tal suceso me hizo comprender que la profesión de profesor hoy en día dista de ser un mérito social sin embargo ennoblece al diseñador de manera sustancial.
Aprendí varias cosas, la primordial es y seguirá siendo la valoración del diseño; no bastaba con invertir los papeles en un salón de clases. Mi pequeño trasfondo histórico-emocional tuvo que ser tal como fue para que yo pudiese valorar el diseño a través del ímpetu y esfuerzo de mentes frescas. “La juventud nunca tuvo tanto impacto en mi”.
Después de aquel taller me di un tiempo para pensar y recapacitar; prácticamente tomé unas largas vacaciones que me han dejado sin un quinto pero con una actitud renovada.
Por ultimo les comparto que hace días decidí tomar en cuenta un aspecto profesional que había sepultado en el recuerdo, me refiero a la titulación. Aún no se como pero la conseguiré.
He descansado lo suficiente y he observado como trasciende el tiempo sobre la industria (por medio de las noticias e Internet) y las corporaciones (en la vida cotidiana), he observado la necesidad de consumir diseño y como diseñador he encontrado la necesidad de diseñar ahora me resta ponerle empeño a todo lo que haga para intentar competir en este gráfico mundo lleno de talento. Después de todo ¿Quién no quiere ser talentoso?
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